Pensar, de “pensare”, de “pendere”
Una balanza de equilibrios en la que se cuelgan y pesan ventajas y objeciones para tomar decisiones. Esas opciones escogidas de entre múltiples posibilidades. La decisión ha de ser precisa, bien delimitada, bien recortada, bien acertada. Todo bien, que luego viene todo mal y vienen las lamentaciones.
Los pensamientos y las creencias delimitan nuestras decisiones; hacia un lado de la balanza (a veces) hacia otro lado de la balanza (también a veces) y algunas veces, (pocas veces) equilibrando al máximo nuestros pensamientos para no incurrir en errores, para creernos que obramos justamente, sin deambular sin rumbo. ¡Ja! como interjección me digo a mí mismo. Todo bien, todo mal...
Los dilemas, si/no, dejan paso a los tetralemas; verás, ninguna de las dos, ni tan siquiera ésta que ahora te digo, tal vez... Lo flexible nunca se posiciona de un lado. Lógica taoista que obvia el equilibrio. Al fin y al cabo en equilibrio la vida se contempla demasiado desequilibrada, y al final te vence lo emocional y caes.
Recurro al mito de Sisifo de Camus. Ciegos cómo estamos empujando una y otra vez, una pesada piedra hacia arriba. En la cima no caben más piedras, pero al menos, aunque yerres, tomas decisiones, y en el recorrido hacia arriba, cuando ya has caído, tienes tiempo de sobra para pensar si equilibraste bien la balanza.
El único objetivo interior es la búsqueda de la felicidad, y esta está cerca de la paz interior que te debe, para ser justos, hacer ver las cosas según depende. En este plano material, han marcado unas reglas del juego: Todo cuesta y todo es cuesta.
Pender de "pendere", ¿de qué depende? Pues depende...
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