Una esbelta y exótica
palmera rodeada en tiempos de un ajedrezado solado bifurcando caminos, antaño
de alberos. Ahora aislada en la desoladora planicie de un parque, que ya no es.
El último vestigio
del jardín del tropezón, de lo que fue hace años un pequeño parque con este
nombre. A la salida de la casa de los abuelos, plantada según cuentan las
crónicas por el abuelo José, aún recuerda con su presencia, esa que fue
nuestra, mil imágenes, sonidos y fragancias de infancia.
La de veranos
nocturnos con sillas, conversaciones y abanicos a la puerta, rodeada de
esencias de jazmines en la combinación de la abuela. Con el ruido de fondo de
la chiquillería subida a una fuente agotada en la que nunca vimos agua correr.
Oía como las motos rugían ya desde la siesta importunando puntualmente casi lo
único que podías hacer y observaba a las salamanquesas en la noche como se
acercaban sigilosas a las candelas nocturnas con ventosas y lengua presta.
Creció asombrando una
esquina. De la otra en frente divisaba a su hermana gemela, la que custodiaba
la calle Picasso. Al sur, bien cerquita,
a la altura de sus hojas, se cruzaba miradas con el mirador cubierto, el de las
persianas venecianas intocables. Flanqueado por dos balcones del salón de una
enjalbegada casa familiar grapada en su progreso, como todas las casas
antiguas, con horizontales y desordenados cables blancos en fachada. Del otro una conexión al pueblo, la calle de
la estación, anunciando a lo lejos otros vecinos desconocidos. A su espalda, la
puntual y ruidosa Isaac Peral, la de las sumergidas siestas de verano.
Grillos, gatos, perros,
gorriones, hormigas, palomas, lagartijas y algún que otro roedor, sus fieles
compañeros. Y los naranjos también. Tan aseados de aromas, que se alineaban con
la acera a la caída de la tarde reverenciando paseos tranquilos. Su posición
dominante, su altura imponente y las ramas arqueadas en racimo cubriendo y
persistiendo en el tiempo conformando un tropezón para detenerte, presentes.
El último enlace de
un pasado, en su esbelta dignidad, actualizado su espíritu, aun forma parte de
nuestra memoria y su alma aguanta presente entre nosotros, que los que la conocimos
rodeados en su infancia, sabemos de ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario