El mes de marzo de hace tres años ostentó un particular record de escritos:
diez. Otro decálogo, expresión sentida, de pensamientos a releer reclamando miradas
distintas, de una sociedad, que fuese, efectivamente, menos impulsiva, torpe, egoísta
o violenta.
Acostumbrado a recibir la inspiración con cuentagotas de la cantidad de
escritos, muy por encima de la media, mereció su atención uno.
“idiotés” ahondaba en la indefensión, lo inerme, de las personas que
integran la sociedad y dirige la observación a la antigua Grecia al papel que
desde lo público y privado se ejercía en el ágora, para acabar con una mirada
de lo político, desde su ojo entrenado, tan lejos de PIBs, crecimientos y
progresos a la deriva ilimitados que en general se nos ofrece, cual panacea de
progreso y evolución.
Por ello me detengo, entresaco y me redescubro:
Por ello me detengo, entresaco y me redescubro:
…“Si la Verdad es absoluta —que
lo es— y está dentro de ti —que lo está— como un perla o semilla, sacarla
afuera, hacerla ver o crecer, educar-se, será adquirir sabiduría, alcanzar y
tocar —con humildad— con la punta de los dedos, otra realidad, —la Real— que te
llevará a entender —iluminar— y comprender que el amor, la bondad, el bien
común —lo político bien entendido— nos permiten elevar nuestra consciencia —evolucionar—
pues aunque nuestro destino —dar vueltas— parezca siempre repetido y el mismo,
el verdadero progreso —crecimiento— del ser humano, me repito, y es armarte, protegerte
y blindarte, es, en conciencia, --saber-- lo que indudablemente conlleve, algún día,
dejar de estar inermes”
Estamos inermes, y no precisamente desde hace unas semanas o unos meses.
Oía el otro día decir a Juanjo Millás con su habitual ironía en un programa de radio, este pensamiento tan en la mente de muchas personas: ”No si yo ya notaba algo raro desde hace un tiempo...”
Estamos sin armas para defendernos y queremos agarrarnos a palabras antónimas a la meteórica escalada, curva exponencial (para la ciencia patógeno, según unos pocos exosoma activado por tecnologías presentes o venideras) de cómo “desecalarnos”, la palabra de moda y volver al campamento base de la normalidad.
Oía el otro día decir a Juanjo Millás con su habitual ironía en un programa de radio, este pensamiento tan en la mente de muchas personas: ”No si yo ya notaba algo raro desde hace un tiempo...”
Estamos sin armas para defendernos y queremos agarrarnos a palabras antónimas a la meteórica escalada, curva exponencial (para la ciencia patógeno, según unos pocos exosoma activado por tecnologías presentes o venideras) de cómo “desecalarnos”, la palabra de moda y volver al campamento base de la normalidad.
La expresión que dirían los imaginarios personajes de Astérix, del recién
fallecido guionista y dibujante Uderzo apelando a deidades galas del panteón
celta, por aquello de estar unidos en la tribu, en el cobijo de nuestros
hogares, nos lleva a exclamar:
¡Por Tutátis!
Pero esta exclamación responde a lo bélico, que ante la naturaleza o lo
biológico, su fuerza, constatar la indefensión, lo poco que sabemos, reclama
dosis de humildad. Observo enemigos exteriores difusos, silenciosos e
indefinidos. La culpa campa excretada bruscamente y nuestro diafragma se
revuelve como queriendo quitarse de encima y expulsar a este enemigo, que no es
tuyo, ni mora en ti, ni campa a sus anchas, si no que es de otros y de aquellos
que no saben darnos respuestas ciertas, ni gestionar tanta incertidumbre.
Acabo, ante silencios ominosos, ideas rayadas, no ya por decálogos de un
mes de marzo cualquiera, sino por décadas de crecimiento profundo interior como
ser humano, ignorado, e interiorizaría lo entrecomillado, y puestos a sacar
fuera, a expulsar algo de verdad, me desprendería de la ineptitud, de las cáscaras
de letargo que recubrieran la perla de la consciencia, si es que como tal la
portáramos dentro, y espero sinceramente construyamos en un futuro un mundo
mejor, más solidario, más humano, más Real, del que sentirnos orgullosos como
especie.
De momento sólo siento una profunda vergüenza, y no es propia, es ajena.
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