miércoles, 15 de abril de 2020

por ¡Tutátis! sólo son idiotas

El mes de marzo de hace tres años ostentó un particular record de escritos: diez. Otro decálogo, expresión sentida, de pensamientos a releer reclamando miradas distintas, de una sociedad, que fuese, efectivamente, menos impulsiva, torpe, egoísta o violenta.
Acostumbrado a recibir la inspiración con cuentagotas de la cantidad de escritos, muy por encima de la media, mereció su atención uno.
“idiotés” ahondaba en la indefensión, lo inerme, de las personas que integran la sociedad y dirige la observación a la antigua Grecia al papel que desde lo público y privado se ejercía en el ágora, para acabar con una mirada de lo político, desde su ojo entrenado, tan lejos de PIBs, crecimientos y progresos a la deriva ilimitados que en general se nos ofrece, cual panacea de progreso y evolución. 
Por ello me detengo, entresaco y me redescubro:

…“Si la Verdad es absoluta —que lo es— y está dentro de ti —que lo está— como un perla o semilla, sacarla afuera, hacerla ver o crecer, educar-se, será adquirir sabiduría, alcanzar y tocar —con humildad— con la punta de los dedos, otra realidad, —la Real— que te llevará a entender —iluminar— y comprender que el amor, la bondad, el bien común —lo político bien entendido— nos permiten elevar nuestra consciencia —evolucionar— pues aunque nuestro destino —dar vueltas— parezca siempre repetido y el mismo, el verdadero progreso —crecimiento— del ser humano, me repito, y es armarte, protegerte y blindarte, es, en conciencia, --saber-- lo que indudablemente conlleve, algún día, dejar de estar inermes”

Estamos inermes, y no precisamente desde hace unas semanas o unos meses. 
Oía el otro día decir a Juanjo Millás con su habitual ironía en un programa de radio, este pensamiento tan en la mente de muchas personas: ”No si yo ya notaba algo raro desde hace un tiempo...”
Estamos sin armas para defendernos y queremos agarrarnos a palabras antónimas a la meteórica escalada, curva exponencial (para la ciencia patógeno, según unos pocos exosoma activado por tecnologías presentes o venideras) de cómo “desecalarnos”, la palabra de moda y volver al campamento base de la normalidad.
La expresión que dirían los imaginarios personajes de Astérix, del recién fallecido guionista y dibujante Uderzo apelando a deidades galas del panteón celta, por aquello de estar unidos en la tribu, en el cobijo de nuestros hogares, nos lleva a exclamar:
¡Por Tutátis!
Pero esta exclamación responde a lo bélico, que ante la naturaleza o lo biológico, su fuerza, constatar la indefensión, lo poco que sabemos, reclama dosis de humildad. Observo enemigos exteriores difusos, silenciosos e indefinidos. La culpa campa excretada bruscamente y nuestro diafragma se revuelve como queriendo quitarse de encima y expulsar a este enemigo, que no es tuyo, ni mora en ti, ni campa a sus anchas, si no que es de otros y de aquellos que no saben darnos respuestas ciertas, ni gestionar tanta incertidumbre.
Acabo, ante silencios ominosos, ideas rayadas, no ya por decálogos de un mes de marzo cualquiera, sino por décadas de crecimiento profundo interior como ser humano, ignorado, e interiorizaría lo entrecomillado, y puestos a sacar fuera, a expulsar algo de verdad, me desprendería de la ineptitud, de las cáscaras de letargo que recubrieran la perla de la consciencia, si es que como tal la portáramos dentro, y espero sinceramente construyamos en un futuro un mundo mejor, más solidario, más humano, más Real, del que sentirnos orgullosos como especie.
De  momento sólo siento una profunda vergüenza, y no es propia, es ajena.

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