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Cuando tienes interiorizado los alimentos
del miedo, o será del miedo al miedo, de años por ser permeable en tu apertura
a empaparte como una esponja a tantas vivencias y experiencias (sobre todo emocionales)
que te circundan y dejan surcos y cicatrices apreciables, es inevitable eludir,
a veces, referenciar, de donde emanan tus ideas.
Cada renglón me llevaría a
innumerables notas a pie de página de invitaciones a contrastar e investigar.
Un enorme bucle de claro obscuros que destensase las hebras que constriñen,
como esos cables de teléfono que con el tiempo se rizan y trenzan y necesitas estirar
simplemente dejándoles ir desde un extremo.
Ofrezco un mundo de lugares de mundos, de mí mundo, invitaciones, en el sentido de dejarte abrazar por palabras ajenas, por mundanas experiencias en las que recoger si así lo necesitas y te interesan, los ejercicios sinceros dadivosos, que, así lo siento, ofrezco y muestro.
No pretendo te atosiguen, tan sólo trato de descubrirme.
Hay demasiadas palabras (o será
que nuestro vocabulario es limitado) muy reconocibles que trenzan esos discursos.
Un lenguaje propio que no pocas veces reconozco por haberlo hecho mío en
innumerables ocasiones lleno de matices que pareciera que haya bebido en las
mismas fuentes ancestrales de la vida. Mi elocuencia no merma, más si atónita, sucumbe
a la espera de dejarse, también, tan solo ver.
Hoy mis notas a pie de página están
mudas salvo por una. Hoy no necesito entrecomillar mis justificaciones. Hoy
sólo te pido que contrastes y desarrolles por ti mismo, que coadyuves, aunque
no lo creas todas mis particiones que juntas conforman mi pequeño universo y que
este se sume al tuyo.
Si lo que te constriñe lo dejas
ir, te liberas. Si te liberas porque se escribe y se reconoce en ti, te
salvas. Si te salvas porque vences al miedo, alcanzas o avanzas de lo profundo hacia
los lugares sagrados de la verdadera libertad.
Sacred Place
Denis Schmitz / Ralph Towner
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