“El hombre es un lobo para el
hombre”. El “homo homini lupus” famoso descrito en la comedia de Plauto
(Umbria 250-Roma184 aC) nos define a un hombre (no-hombre) que lejos de
conocerse así mismo, no sabe quién es el
otro.
Es el miedo arraigado en lo más
ancestral que pueda existir. Un miedo real que proviene de cuando el hombre
primitivo agarró un leño y agredió a otro congénere para robar o para defender,
vete tú a saber, a su familia, su gente, su cueva, su caza o su fuego.
Este horror primitivo tan alejado
de la conciencia diferenciadora del bien y del mal no tiene nada que ver ni con
el miedo inconsciente producto de nuestra imaginación desbordante que cree
adivinar voces de otros planos y élites manipuladoras desde, también, planos inalcanzables,
ni con realidades impredecibles de tragedias por causas ajenas.
Al final siempre es el hombre. El
hombre agarrado a su sombra. Si, el miedo al hombre. El miedo del hombre al
hombre que lo identifica como un lobo depredador (el no-hombre) tan capaz de
todo por defender en su inconsciencia, en el ego de su falsa normalidad lo que considera suyo.
El hombre que no sabe de su divinidad.
Visconti se acompaña de la música
de Mahler en la sinfonía número cinco en el adagietto, música de la película "Muerte
en Venecia". Una Venecia pandémica en cólera. Una película que reflexiona sobre el
descanso vacacional, el amor, los políticos, la decadencia, la muerte. El fin (este
tan reconocible en estos tiempos) sin retorno de un mundo declinado y enfermo ambientado en un momento previo al inicio de una guerra mundial.
¿Quién pretende transformarse si
nunca se cayó?
En diseño humano hay un patrón
reconocible en uno de sus tipos: El reflector. El canto de un canario en una
mina. Escribe Lynda Bunnell: “como un canario en la mina de carbón,
toman muestras, reflejan y juzgan la
calidad del entorno en un día cualquiera”. Cuando el canario deja de cantar
la falta de oxígeno indica que algo no va bien. No definido en ningún centro
(incoloreado si es que esta palabra existe) amplifica la energía ajena, receptivo
en su entorno a todo lo que le circunda e influye.
Es un patrón
vecinal individual cercano en minutos y horas de mi fecha de nacimiento donde
en un pequeño lapso de tiempo, la luna temerosa en su motivación acierta a
iluminar, sobrecogida en su tránsito, por ver a su otra luna del plano
inconsciente “la noche oscura del alma” la clave 36ª que menciona Richardd Rudd
en su libro “Las claves genéticas”, que observada así mismo, como él
mismo dice, estableciendo un único canal manifestador energético, analizo e
intuyo, me permite escribir experiencias personales reflejos y reflexiones.
Del trenzado característico del
ADN se sabe que es asimétrico y que al igual que un yoyo se enrolla y se
desenrolla de análoga manera. Esta característica flexible, descubren unos científicos, es necesaria para
compactarlo y poder dinamizar y ser leída en la producción de proteínas.
Hay una similitud en narrar tus
experiencias asimétricas cuando eres conscientes que estas tejen tú vida y se
enrollan y trenzan en múltiples nudos a desanudar.
En medicina se sabe bien que la
función primordial de la molécula de ARN mensajero es transportar copias
complementarias de la información contenida en los genes, ubicados en el núcleo
de la célula.
La ciencia avanza e incluso hoy
se nos inmuniza con vacunas basadas en el ARN que cumplen su función
transformadora y producen líneas de defensa por anticuerpos que impiden avanzar al virus.
Coadyuvar, palabra poco habitual a utilizar en nuestro día a día, significa contribuir o ayudar en la consecución de algo. Ayudar a que algo se realice o tenga lugar.
Un mensajero en la semana de la clave 55ª (la libertad) llama al timbre de mi hogar (no es un hecho inadvertido) para hacerme llegar el libro de "Las claves genéticas". Como si de un ARN mensajero se tratase a las 15:35 horas como si quisiese establecerse una profundísima correlación en una hora con las claves 15ª y 35ª que porto, me busca en los siddhis y aspira a traerme información entre otras, de la florescencia y el infinito y se manifiesta presente con el propósito de saborear sus claves, no sin recordarme que me reconoceré en sus patrones de victimización y culpa del asombroso viaje evolutivo que realizamos desde la inconsciencia al despertar del maya en que vivimos.
Sigue sonando Mahler. Su belleza
indescriptible cercana al sonido del alma de la humanidad se desprende de las
sombras a las que se aferra el hombre. Trascenderlas, profundizar en el abismo
de los miedos que toca fondo, la mezcla que confunde, que al ascender se evanesce
huye e identificas porque ha sido real…
…renacerá el hombre, se activarán
claves genéticas ocultas pero presentes en cada uno de nosotros, nos transformaremos,
liberaremos, encontraremos la inocencia original del niño, la libertad, “La
libélula” la representación de la autorrealización, la madurez mental,
emocional y la comprensión profunda del significado de la vida. La
clave de las claves.
José Antonio Marina en su libro "Anatomía del miedo" en contraposición a este, acaba en su despedida glosando la virtud de la valentía. Nos dice: “la valentía es la virtud del despegue, porque nos permite pasar del orbe de la naturaleza, sometido al régimen de la fuerza, al orbe de la dignidad, que está por hacer, y que deberá regirse por el régimen de la dignidad”
Si algo pretendiese sería poder coadyuvar en mi conducta para despertar conciencias y que este fuese un objetivo análogo a ti. Transformarme de una vez en libélula, despegar, salir del mundo acuático emocional, subir por el tallo que dejase atrás las simas, desplegar alas transparentes, oír el timbre de su aleteo, adquirir su portentosa visión y velocidad, su capacidad de vivir en aguas limpias.
Ellas tan frágiles y bellas, que ya estaban y nos acompañan desde hace millones de años. Su asombrosa transformación a algo diferente a lo que eran, por el proceso inevitable en su crecimiento diseñado y programado genéticamente, que análogamente, nos lleve a dejar de ser lobos para nosotros mismos.
A dejar atrás a ese no-hombre que agarra leños con que atizar a sus congéneres porque disfruta en su inconsciencia, culpabilizando y enfrentando por defender en su subjetiva verdad absurda su desconocimiento de quien es, menos de saber quien es el otro, aún todavía menos de entender de transformaciones o de significados profundos de la esencia de la vida misma.
Berliner Philharmoniker
Herbert von Karajan
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