El coche estaba aparcado desde la gran nevada de enero sin poderlo arrancar. Ya antes de llegar el temporal observó que la llave para abrir y poner en marcha el vehículo, desconfiguraba la electrónica desajustando la fecha y hora impidiendo arrancar el motor. Al abrir el capó la conexión del cable con la batería, oxidada y muy sulfatada se perfilaba como la causante de la avería. Sin un puente de conexión limpio entre la energía (la batería) y el motor el coche aun con combustible, ni arrancaría ni andaría y lógicamente impediría llevarnos a ningún sitio.
Supongamos existiesen formas que articulasen y estableciesen puentes de enlace entre partes conscientes y partes ignoradas. Que, en ese cuerpo, seguramente mental, pero sobre todo desde el corazón, se nos ocurriese abrazar focos de dolor, propios y ajenos, advertir y comunicarnos en forma de escucha sincera para consolar, tan sólo decir que estás ahí y que harás todo lo posible por aliviar situaciones o, por qué no, recordarnos que dar gracias sinceras al amanecer por existir es casi una obligación diaria a realizar.
No sé muy bien si en estas ambas circunstancias, especie de "arquetipos" que a continuación pongo, tan distantes y lejanos, como reconocibles y cercanos, y que engloban tanta ingente cantidad de personas en este planeta quedarán hendiduras para despertar a la vida, despertar de verdad, y manifestar algo tan intangible y personal como tu Ser, el único puente que nos enlace con nuestra divinidad para que esta sepa de ti.
En su rutina diaria en los países del Sahel (da igual cual) un ser humano recorre unos kilómetros para buscar agua y a su vuelta, cargando con unos litros a la espalda ayudar a preparar algo con lo poco que tenga para dar de comer a los suyos. Lejos le quedarán otros modos de vida en occidente.
En su rutina diaria en el país del mundo civilizado (da igual cual), en plena pandemia otro ser humano se conectará a un ordenador, teletrabajará muchas horas, más de las que seguramente debiera, y con su sueldo, también, dará de comer a los suyos. Lejos también, me temo, le quedará el tercer mundo.
Ambos en sus formas trabajando pondrán, les salga o no, todo el empeño, toda su alma en ello máxime si además esté en juego alimentar a los suyos.
No podrán reposar.
Se asocia el alma al ánimo de lo masculino, a la virtud del equilibrado coraje, y a nuestra ánima femenina, la delicadeza de la sensibilidad e instinto, fundidas ambas en un uno solo de pasiones definidas, se posiciona nuestra alma como otro puente entre nuestro yo y nuestro espíritu decidido este último a soplar con fuerza y hacernos llegar los aromas sutiles que informan a la materia.
En la pluralidad del día a día en los lugares del no-Ser, el yo personal, se pierde en ocupar esos espacios ficticios dispersos e inalcanzables de rutinas empleadas donde bastante tienes con sobrevivir y que pueda que llenen o colmen, o no, de la razón de ser, que creas es tu existencia.
Por derecho propio la totalidad del Ser pertenece sin duda a algo mayor indefinible: A la Unidad. Y el Ser ―existencia y esencia― se ve limitado cuando ni siquiera queda un resquicio para que ese alguien acceda a él desde su propia consciencia, que no es más que la aceptación de amarte y conocerte de verdad.
Hacer consciente su presencia, reconocimiento de tu Ser como una totalidad específica de tu individualidad, es la única forma de salir del dédalo o sopor en el que falsamente creemos estar despiertos.
Los gnósticos llamaban metanoia al desandar, al conocimiento espiritual de desestructuración de patrones mal aprendidos o ignorados para curarte espontáneamente y liberarte al advertir, reconocer y salir del laberinto en el que no sabías que estabas.
A veces sólo basta conectar el cable adecuado con un puente o conexión limpia para que la batería del coche tras el contacto con la llave. al arrancar, traslade la energía suficiente para poder moverse correctamente, salir del aparcamiento estacionado y llevarnos de viaje por los fractales del conocimiento y el milagro de la vida sin importarnos mucho nuestra suerte o destino.
No potho reposare
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