Caminábamos por el pasadizo iluminado de la nave de Kubrick el pasado día meloso de San Ambrosio.
Siendo este santo, bebé, un enjambre de abejas se posó en su rostro dejando tan sólo y
milagrosamente una cristalina gota de miel.
La celda (su contenido) era el
alimento de los dioses. El pasadizo blanco octogonal de la nave relleno
de néctares y ambrosías de la misión a Júpiter.
Estábamos todos los "dave" en el pasadizo, servidor, mi hijo y el protagonista (flotando en el ambiente) de la recreación del director de 2001. Una odisea del espacio.
Veíamos la magnífica exposición en el Círculo de Bellas Artes recorrido de su obra cinematográfica.
Rodaba la nave por valles y
praderas no hollados en la oscuridad total del espacio, con el Danubio Azul de Strauss escoltando silencios sublimes.
El ciclo de la vida incansable recolectando polen de regreso a los templos sagrados.
Monolitos de Inteligencia Artificial y bebés en vientres maternos, principio, final y principio de nuevo, de quienes nos crearon según la ideación del director neoyorquino.
Pureza cósmica de un universo auto aprendiendo, quien sabe si, a través de nosotros.
La motivación¹ personal escalando peldaños, dejando atrás trasferencias equívocas de deseos y miedos (pasado más que arrastrado) e inequívocamente alcanzando desde la seducción el candor de vuelta por cometidos futuros.
Y “Blame it on my youth”.
Si, culpas de juventud, pero también, escuchas de ...belleza, cadencia, control…
La música majestuosa versionada por Wakenius de fondo en mi recuerdo que, sustituyendo a Strauss, actualiza y acompaña el argumento de esta nueva célula sensible que conforma junto a otras entradas escritas el cuerpo inocente de la ambrosía misma.
Pero sobre todo vasijas de miel para nutrirte, celdas conteniendo néctares de amor. La esencia misma de nuestra naturaleza divina que sustenta al universo.
Sentires, emociones infinitesimales, de palabras y escuchas..
Ulf Wakenius
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