He
analizado leído y releído en estos últimos años en no pocas ocasiones la obra
taoista “el secreto de la flor de oro” del psiquiatra Jung y el sinólogo Wilhelm.
Ha servido de cita para encabezar alguna que otra entrada como “experiencias que maduran”.
Siendo
en definitiva un método de “quietud”
de la mente para alcanzar estados de plenitud se nos dice que sólo desde el
obrar correcto del hombre (su “ser”) en su camino o “tao” encontrará su
particular flor de oro “conciencia interior o luz” porque poco o nada, afirman, es dependiente de las instrucciones del mismo método.
Asegura el proverbio antiguo taoísta de este texto “que para el hombre erróneo (y
esto es muy cierto para el hombre occidental) que usa el método correcto, el
medio correcto actuará erróneamente”. Por lógica para el hombre correcto que
use el método correcto, el medio correcto actuará correctamente y no dudo
seguramente sólo él lo sabrá.
Al
alimentar el fuego (el Sol, el yin, el logos o lo adherente) con el agua (la Luna, el principio
yang, el eros o lo abismal) en su cópula, se da a luz la perla (que es la
acción sin esfuerzo) que alimenta al tao y nos permite alcanzar los reinos
alcanzables de lo celestial en la alquimia interna de la cristalización de esa
perla, cuerpo creativo espíritu personal.
Será
por algo que esta forma encarnada que escribe sea un dragón de madera (madera
yang) bajo un signo acuático profundo y pisciano tratando de remontar las corrientes de la vida y entenderse.
En
la dificultad de fijar la luz (conciencia) en su discurrir continuo de
su curso circular, e independiente del método taoísta, me he permitido
interpretar a través del mándala de Diseño Humano, ese preciso instante ligado
a una determinada posición en el tiempo que uno elija y que refleje en su
inequívoca impronta, por qué no, la fotografía que uno porte y su relación con
ese momento elegido con lo que ello conlleve, interprete subjetivamente y pueda afectar.
Entreabro puertas. No me interesa la ciencia de la adivinación. Sólo el autoconocimiento. Las analizo e interpreto en una homilía desde mi particular púlpito, supongo singular y completo que no deje indiferente al feligrés.
Esta y no otra es mi intención que se muestra en multitud
de entradas, que provocan sentires y perplejidad, que actúan en un sinfín de
asociaciones que interrelacionan títulos, citas, textos de años de una vida
transitada (pasado, presente y futuro), desarrollos de ideas, sonatas y estudios, que se apoyan en músicas ajustadas a contenidos, bellas sincronías precisas y audios mágicos profundos de voces, que formulan el cuerpo
coherente de una obra, esta obra, inequívoca de mi ser.
Tratando,
en los alambiques de la crisopeya interior, siendo asertivo, de desarrollar y hacer crecer la
semilla dorada, flor de oro personal, interior y única (trabajo de una vida) que aseguro es conciencia pura, amor, mostrada a la vista de quien lo sepa
seguir y en ocasiones, aunque cueste entender (muchas veces por no saber
acercarse y preguntar) y aún con lógicas equivocaciones de multitud de sombras
que acechen, apreciar, ver y lo más importante por hacer; lograr en su intención y enseñanza un sentir.