Tenían la capacidad innata de percibir la belleza. Incluso
en un medio hostil sabían encontrarla.
Su secreto se basaba en el desarrollo de un sexto sentido
que les permitía comunicarse profunda, emocional y afectivamente con lo que
observaban.
Los que les buscaban, querían encerrar sus dones entre los
barrotes de su mundo porque los
consideraban peligrosos. La hostilidad les había vuelto insensibles.
Eran
cazadores coleccionistas de especímenes en extinción.
Aunque conocían el lujo no querían percibir la belleza.
Habían oído hablar de ella. Pero la tenían miedo. Por inimaginable que parezca
no sabían muy bien en qué consistía.
Los seres que percibían la belleza eran sensibles, confiados, pero socialmente unos inadaptados. Raras avis observadas por aquellos
buscadores de especímenes únicos, pero peligrosos para una sociedad hostil, enferma
y desconfiada.
Por eso, se les localizaba, se les vigilaba y si manifestaban
sus dones, basadas en la sinceridad, se les acosaba y se les apartaba del medio para encerrarlos, por si acaso contagiaban al resto.
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