Indicadores. El mundo actual va de indicadores.
¡Resultados queremos resultados!
La alarma del móvil
suena. Me despierto. La temperatura de la casa ha alcanzado la premisa de
consigna. La caldera se apaga. El testigo de gasolina se enciende. ¡Warning!.
El jefe envía informe a los de arriba y a los de abajo, los directores analizan
diagramas de barras, quesos, estadísticas, análisis de datos, hay que tomar
decisiones, esto no va, o va. Las encuestas dicen esto sobre eso y eso sobre
aquello. La era tecnocrática necesita datos, metadatos, potentes procesadores
trabajan al compás de unos testigos que se encienden y se apagan en silencio,
tablas de Excel, programas que analicen si haces las cosas, si las haces bien o
si hay que hacerlas de otra manera. Sin indicadores los tecnócratas no saben
nada, están perdidos, sin pruebas. No saben que decisión tomar. Con los
indicadores creen saber algo, el empirismo determina resultados y tienen poder
y lo malo es que tengan o no experiencia, se lo creen y toman decisiones.
En el campo un viejo pastor de ovejas comienza su rutina
diaria a las seis de la mañana. Sale de su hogar, mira al cielo y otea el horizonte.
Son ya muchos años de experiencia para acertar con el tiempo. Con sólo mirar el
viento, el movimiento de las ramas de los árboles, la humedad, la migración de
las aves, la forma de unas nubes, el
comportamiento de su rebaño, ve lo que se avecina y obra en consecuencia. Con su
experiencia los indicadores le indican el camino a seguir. El pastor tiene
poder.
El mundo actual necesitado de control, de controlar, está en
manos de tecnócratas. Los tecnócratas tienen poca experiencia, pero mucho
poder. Los pastores mucha experiencia, pero a estos no les pregunta nadie. A
nadie le interesa que dicen sus indicadores. Los indicadores sin experiencia no
valen gran cosa. El mundo actual el que se mueve por indicadores obvia el
conocimiento de los más sabios y así nos va.
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