La Hamartia, la tragedia griega, que yerra el tiro. La
equivocación desde el error que te lleva a hacer lo que no debes. Los héroes no
merecen caer, y todos somos héroes, luego no merecemos estar caídos; Edipo mata
a su padre, se casa con su madre por no saber su identidad. Dalila averigua que
la fuerza de Sansón está en su pelo. Y se lo corta. Ahí se acabó su fuerza. La
ambición de Macbeth le lleva a matar a Duncan y a todo inocente hijo de vecino
que se le cruza. La vida misma, nuestra vida misma no deja de ser una tragedia
contada por nosotros mismos, idiotas que
queremos hacer lo correcto pero no podemos, no sabemos y nos equivocamos.
Nuestra identificación con los héroes de las tragedias, con las propias tragedias
nos recuerdan nuestra propia condición humana.
Todos los errores son fruto del desconocimiento.
Nuestra existencia desde un punto de vista gnóstico no
difiere mucho de la hamartia griega o de las religiones en tanto en cuenta que como
caídos o atrapados en la materia por demiurgos, esos artesanos de la materia
que denominaban los griegos, nos quieren perpetuar en su propia creación
virtual y vernos prisioneros de su propio error. Otra tragedia más, como si nuestros
carceleros demiúrgicos nos dijesen; hemos perdido las llaves, ya sabemos que es
un error más, pero nos importa un bledo buscarlas. Nos divertís mucho, erráis mucho, sois
nuestro particular y preciado entretenimiento cósmico.
Como en el Conde de Montecristo quizás estemos a punto de
apañárnosla para no se sabe muy bien cómo abrir la cárcel por la que el Ser sin
escapar de la materia tome plena consciencia de su situación y mande a freír
espárragos a estos funcionarios de prisiones. Una emancipación o caída libre
necesaria para empezar a volar.
Veo un documental sobre el universo invisible:
Lo que a simple vista vemos tan sólo es una parte de una
realidad mayor, necesitamos parar el tiempo revisar a cámara lenta para que se
revele lo que nuestra percepción no acierta a ver.
Parar lo normal, tal vez una necesidad que explique lo que
percibes y se encuentra al margen.
La cuestión no es si Dios existe, o los dioses existen. Si estos han errado o no. Si somos
capaces de entender este universo invisible a nuestra limitada percepción.
Y digo Dios y dioses
y todos sabemos a quién y quienes me refiero. Llamadlo/os como queráis:
La cuestión principal es si se ocupa, o se ocupan, de
nosotros. Si verdaderamente les necesitamos para volver a ser libres o somos
esos héroes, semidioses para Sócrates procedentes del amor entre dioses y
mortales, portadores sin saberlo y aun errando de la llave que nos abre la
puerta de la eternidad.
Si somos capaz de perdonarnos como acto consciente por no
saber lo que hacíamos ya llevamos mucho ganado.
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