Hay un paralelismo del que se asoma a la vida bohemia (la vía del artista) identificable con ese desubicado albatros imaginado por Baudelaire. Apartarse de los convencionalismos sociales, ir al margen de las normas, agitanarse para sentirse libre, no siempre es o será bien recibido o aceptado.
Esta mañana a la espera de lavar el coche conversaba con uno de ellos: Un cañí. Esperaba para lavar su furgoneta y el hombre me trasladaba una mirada franca y sincera mientras conversábamos en espera.
Estamos rodeados de un sistema donde "escupen" al poeta si sus versos no se leen y venden, al artista si sus obras no se exponen y compran, al gitano por gitano, cómo si nuestra supervivencia dependiese de equilibrar con fármacos nuestra sensibilidad para volvernos a su realidad.
Que difícil es transitar por cubiertas resbaladizas. Cuantos esfuerzos por no sentirse agredido, porque nuestra psique no reaccione de forma inconsciente, emocional, agresiva, tan alejada de la estúpida y vacía normalidad de responsabilidad condicionada en la que viven muchos, adaptados, creídos como están que gobiernan sus vidas.
No seremos gitanos, pero si bohemios por adopción, por huir de quienes nos perturban, nos trasladan sus miedos y su culpa. Y nos seguiremos refugiando, abrazando con alas extendidas entre nubes, planeando a favor de corrientes que las empujen y nos dejen ver el Sol.
Imaginando mundos mejores donde se respete, al sincero, al diferente, al artista, al gitano, al desfavorecido, al humano, conviviendo con quienes no destruyan nuestros órdenes y nos sintamos, hermanos.
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